Thursday, December 28, 2017

Principios para una integración viable

Ariel Hidalgo Desde hace algún tiempo, quizás un año o meses, se viene hablando y sugiriendo cada vez más, una integración de organizaciones o grupos independientes para presionar cambios en Cuba. Propuestas semejantes e incluso intentos en ese sentido se han hecho sin que se lograra una cohesión perdurable, ya sea por la represion gubernamental como por incompatibilidades temperamentales. El caso más conocido fue Concilio Cubano en 1996, que llegó a reunir a más de cien grupos disidentes. El intento fracasó cuando en vísperas de la fecha de su congreso nacional, el 24 de febrero de ese año, fueron arrestados más de un centenar de líderes. Una reacción en cadena de acontecimientos a partir de aquel convite terminó en 2003 con largas condenas de 75 líderes en lo que se conoció como Primavera Negra, una sucesión de hechos eslabonados que escapan al tema que ahora tratamos pero que merecería un posterior análisis. Por supuesto que la coyuntura actual es muy diferente a la del 96. Primero ha habido una toma de conciencia entre la población. El acceso cada vez mayor, sobre todo entre los jóvenes, de las tecnologías de la comunicación, tiene impactos notables tanto en el acceso a la información como en la interconexión. Asímismo, la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos y en particular el viaje de Obama a Cuba, tuvo gran influencia. Su discurso, con una audiencia sin precedentes en casi medio siglo, dejó semillas en la conciencia colectiva, sobre todo en los jóvenes. Y con la eliminación en 2016 de la política de pies seco, pies mojado, el cubano ya no tiene la facilidad de antes, de llegar a los Estados Unidos y quedarse. Ahora es devuelto como cualquier otro emigrante indocumentado, por lo que se reduce notablemente el efecto de válvula de escape de resolver individualmente los problemas. Ahora hay que resolverlos todos juntos. Todo lo anterior se refleja en el decrecimiento del apoyo electoral a la llamada dirigencia histórica. Si en el 97 ese apoyo sobrepasaba el 97 %, en el 2017, veinte años después, no alcanza ni al 86 %, algo importante porque el que conozca ligeramente la realidad cubana, sabe que lo que se mide en las urnas de Cuba no es el grado de descontento, sino el grado en que ese descontento se atreve a manifestarse. No obstante, los que estamos fuera del país, aunque esa desconexión directa con la realidad interna se haya producido hace poco, regularmente solemos olvidar muy rápidamente las condiciones que enfrentan los que de una u otra forma mantienen posiciones divergentes de la política oficial, y lo que nos parece fácil desde aquí, no lo es para los de adentro. Por eso trato de ser cuidadoso con lo que, recalco, son sólo sugerencias y aportes de ideas, y en última instancia, son ellos los que tienen que decidir qué hacer, pero es bueno que de todas formas, al sugerir, tratemos de ponernos en los zapatos de los de allá. Teniendo esto en cuenta, hago estas propuestas que a mi juicio harían viable esa integración, cuando haya voluntad de llevarla a cabo: 1- La iniciativa y el cuerpo principal de la integración debe darse dentro de Cuba. Una unidad donde la mayor parte esté en el exterior, no tiene sentido. Es sólo una ficción donde sus integrantes imaginan estar creando patria, como el loco que pretendía dirigir desde la costa, el tráfico de los buques. Además, es duro decir que, por mi experiencia, no siempre los intereses de los de afuera coinciden con los de adentro. Los de afuera pueden cooperar divulgando los mensajes, buscando contactos o en la ayuda material, pero los acuerdos y las decisiones finales son ellos quienes tienen que tomarlos. 2- La integración no debe ser política, sino cívica, para que el mayor número de factores de la sociedad civil puedan integrarse, teniendo en cuenta el conocido dicho de que la política es demasiado importante para dejársela sólo a los politicos, y para que no se vea como una coalición partidista que busca un enfrentamiento por el control del poder. Proponemos, pues, una Coordinadora Cívica que integre a los grupos cíviles y de derechos humanos, organizaciones no gubernamentales, periodistas y blogueros independientes, grupos académicos, asociaciones colegiales, medioambientalistas, feministas, LGTB. y defensores de la libertad religiosa, del arte independiente, entre otras agrupaciones. 3- La Coordinadora no debe tener, como fin, participar en las elecciones periódicas promovidas por el poder para ofrecer una alternativa a los candidatos del Partido-Estado, pues su existencia no debe depender de los espacios que ese poder quiera conceder, sino más bien, elaborar, proponer e impulsar, por diversos medios, proyectos de reformas en todos los órdenes que encaminen al país hacia una sociedad más participativa y democrática, en particular, de un sistema electoral donde los electores cuenten con una verdadera pluralidad de opciones. Ni la dirigencia histórica, ni sus herederos accederán a realizar cambios decisivos e irreversibles sin una fuerte presión ciudadana. 4- La Coordinadora no debe aceptar ofrecimientos de ayuda económica de ningún gobierno extranjero, así como de organización alguna financiada por uno de esos poderes, pues no debe comprometer sus objetivos por intereses de Estado alguno, ni dejar un flanco abierto a los factores retrógrados internos para que tengan la oportunidad de justificar sus agresiones mediante la calumnia. 5- Condenar cualquier política foránea que conduzca al aislamiento del pueblo cubano y las restricciones de ayuda humanitaria a las familias cubanas por parte de parientes y amistades en el exterior, como las remesas y los viajes a Cuba, así como el embargo económico que, so pretexto de debilitar al gobierno cubano, menoscabe la posibilidad de la población para su mejoramiento en sus condiciones de vida y el desarrollo, entre la población, de un poder económico independiente del Estado. La cuestión no es debilitar al victimario sino fortalecer a la víctima. 6- La Coordinadora debe oponerse, clara y enérgicamente, a todo acto de violencia, tanto de parte del poder como de los sin poder, y pronunciarse a favor de la paz y la armonía. Y aún en los casos extremos en que se tenga que acudir a la desobediencia civil o a las manifesataciones públicas, la actitud clave para el éxito es no responder al odio con el odio, a la violencia con violencia, ni al arresto con resistencia, sino con la palabra convincente, sin violencia verbal, sino afablemente, primero porque se debe evitar, por todos los medios, que provocadores a sueldo busquen una justificación para una violenta represion, y segundo, porque el que te odia, te agrede y te arresta, es víctima de su propio odio y mañana podría rectificar y ser tu compañero de luchas y sueños. Una integración con esos presupuestos, irá ganando poco a poco el apoyo popular, y generando, entre todos los cubanos, una conciencia y una voluntad de cambio, para lo cual, la principal tarea que a mi modo tendría esa Coordinadora, sería la elaboración de un programa general para la Cuba futura. Varios grupos con los mismos ideales han dado a conocer numerosas propuestas de reformas a lo largo de los años. Pero ahora ha llegado el momento de unificarlas todas en un programa integral que muestre a los ciudadanos, en contraposición con las calamidades que está viviendo, lo que podría ser capaz de alcanzar sumando los numerosos esfuerzos. Y una vez elaborado, divulgarlo ampliamente por todos los medios posibles para que el cubano de hoy se vea reflejado en el espejo del mañana. Concordiaencuba@outlook.com

Wednesday, October 25, 2017

La Revolución pospuesta... ¿Una vez más?

Ariel Hidalgo Historia de una postergación No pasará por alto a muchos que las tres primeras palabras de este título coindicen con el del conocido ensayo de Ramón de Armas sobre cómo los ideales de José Martí se frustraron al final de la última guerra independentista con la intervención del poderoso vecino del Norte y la disolución de organismos representativos de una república en gestación, sobre todo del Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí. Algo semejante ocurriría también con la Revolución del 33, abortada al siguiente año por la confluencia fatídica de tres fuerzas reaccionarias encarnadas por Caffrey, Batista y Mendieta: el poder del norte, el ejército y la clase política respectivamente. No obstante, de ese naufragio nacería un partido que adoptaría el mismo nombre del fundado por Martí, reclamando, con la coletilla de “Auténtico”, la herencia del legado martiano y definiéndose como “socialista y antimperialista”. Y aunque su líder más representativo llega a la presidencia en 1944 en medio de un gran jolgorio popular y toma medidas sociales favorables a los trabajadores, no logra evitar que un congreso y un ejército formados a la medida de la contrarrevolución del 34, le impusiera límites, ni la corrupción reinante en todas las instituciones públicas, por lo que un grupo de militantes inconformes se separa para crear el Partido del Pueblo Cubano, con la coletilla de “Ortodoxo” –un sinónimo de “auténtico”-, con el lema de “Vergüenza contra dinero”. Es de este partido de donde saldría, tras el golpe militar contra el segundo presidente auténtico, la mayor parte de la hornada de jóvenes que iniciaría la insurrección armada del 53, numerosos de ellos profundamente imbuidos del ideal martiano y dispuestos a iniciar una revolución democrática que entre otras medidas pusiera fin a la corrupción, restituyera la constitución y redistribuyera entre los campesinos desposeídos, las tierras monopolizadas por latifundistas y compañías norteamericanas, aspiraciones cuyo espíritu queda plasmado en el célebre alegato del principal acusado ante el tribunal que los juzgó: La Historia me absolverá. Los que sobrevivieron la insurrección, ya con la dirigencia revolucionaria en el poder, aplaudieron con entusiasmo la campaña de alfabetización y la reforma agraria del 59. Pero poco a poco fueron percatándose de que esa dirigencia no estaba en disposición de restituir la constitución -tan avanzada que gran parte de su articulado nunca había podido ser implementado-, ni de convocar elecciones. En la segunda ley agraria del 61 el nuevo estado monopolizó el 70 por ciento de las tierras en las llamadas “Granjas del Pueblo”, con lo cual los latifundios privados fueron sustituidos por latifundios estatales, el primer paso hacia el modelo del centralismo monopolista de Estado, un proceso que culminó en 1968 cuando se realizó la llamada “ofensiva revolucionaria” con el despojo a los trabajadores independientes de sus modestos instrumentos de trabajo, obligados desde entonces a incorporarse a la gran masa asalariada del Estado. La argumentación para sustituir los iniciales proyectos revolucionarios, tanto político como económico-social, por el centralismo de Estado, se basaba en el carácter de plaza sitiada del país, como expresara el entonces Ministro de las Fuerzas Armadas y hoy presidente del Consejo de Estado, Raúl Castro, “el imperativo de lograr una unidad fuerte, imprescindible en el enfrentamiento de las agresiones externas e internas” . Los revolucionarios opuestos a aquel desvío sólo tenían tres opciones: la rebeldía con sus dramáticas consecuencias, el destierro o la adaptación. El autor de estas líneas, que en diferentes épocas vivió -¿debería decir “sobrevivió”?- las tres situaciones, no sabría decir cuál fue la más trágica. Mas a pesar de todo, el sueño de la revolución democrática no se desvaneció sino que quedó indefinidamente postergada. Si en un país teóricamente todo pertenece a todos, en la realidad nada pertenece a nadie, y por tanto las propiedades están expensas a ser explotadas por aquellos que detenten cierto grado de autoridad, por lo que una burocracia corrupta disfruta de las empresas como si fueran suyas pero las derrocha como si fueran ajenas, de modo que en el centralismo monopolista de Estado que rige en Cuba la ley económica fundamental -ley que se cumple sin que nadie la haya enunciado-, es la contradicción entre la propiedad estatal y la apropiación privada. Se afirman que las administran en nombre del pueblo, pero...¿quiénes designan a esos burócratas? Pues los de arriba. Cierto que esos de arriba han procedido a aplicar numerosas purgas, pero evidentemente han sido incapaces de detener esa corrupción, pues el problema no reside en individuos corruptos sino en aquello que los corrompe, como las hojas enfermas de un árbol, cuando el mal reside en la raíz misma: las relaciones de producción generadas por la propiedad estatal. Podrán destituir a uno o a varios burócratas, pero no a la burocracia en su conjunto, la gerentocracia, pues al controlar directamente los medios de producción, adquieren un poder especial que los convierte en lo que todo el mundo sabe y pocos se atreven a decir claramente: una nueva clase social dominante. Esa dirigencia, como el Dr. Frankenstein de la célebre novela de Mary Shelly, había creado un monstruo que luego no pudo controlar. Un profesor trastornado Cosas como éstas escribía en 1980 un joven escritor y profesor de Filosofía Marxista de un preuniversitario, razón por la que fue detenido e interrogado. Al escuchar el oficial de Seguridad de sus propios labios su propuesta de que los funcionarios, en vez de ser designados por méritos políticos desde arriba, lo fueran desde abajo por su capacidad, dándoles a los trabajadores voz y voto en los asuntos de las empresas, como elegir a sus propios administradores, exclamó: “¡Usted está completamente loco!” Y lo envió a un manicomio. Los psiquiatras diagnosticaron “trastorno de la personalidad”. Como al salir de allí seguía repitiendo lo mismo, fue acusado de “revisionista de izquierda” y condenado a ocho años de privación de libertad con un acápite donde se ordenaba que sus obras fueran destruidas “mediante el fuego”, por el delito de “propaganda enemiga”, nombre que se da al acto de expresar opiniones contrarias a la línea política oficial dictada por el Partido Comunista, Y como en la prisión continuaba hablando igual, fue separado de los demás reclusos e incomunicado indefinidamente en una celda tapiada de un área especial para condenados a muerte. ¿Qué temían sus captores al adoptar tantas medidas de seguridad, incluyendo la quema de sus escritos? ¿Acaso para que la contaminación no trastornara también la personalidad de otros ciudadanos? Pero al parecer todas estas medidas para mantener a aquel “trastornado” profesor en una hermética cuarentena fueron inútiles, porque comenzaron a escucharse, entre las propias filas del poder, algunas voces disonantes. ¿Acaso el virus de aquella extraña locura había atravesado muros y cerrojos? Un pequeño haz de luz puede derrumbar todo un mundo de oscuridad. Pero en verdad, más subversivo que las palabras de un hombre… era la realidad misma. Podrá decirse lo que se quiera por los medios oficiales, pero el desabastecimiento y el hacinamiento no engañan. “Ya lleva más de un año en hermético aislamiento”, pensaron los opresores. “Debe haber escarmentado”. Y lo juntaron con los demás presos. Y entonces se unió a otro prisionero que proponía un viejo proyecto de crear un comité de derechos humanos y entre los dos redactaron la primera denuncia de lo que sería el primer grupo disidente de un gran movimiento destinado a extenderse por todas las ciudades y campos de Cuba. Llegaron y lo amenazaron con abrirle una nueva causa para aumentarle la condena y él contestó que cuando tuvieran los papeles listos, lo mandaran a buscar para firmarlos. Y sus denuncias continuaron atravesando muros y rejas para cruzar los mares y alcanzar otras tierras. Filósofos, estadistas y cardenales intercederían por el confinado. Finalmente, tras siete años de prisión, el Ministro del Interior le envió un mensajero: le darían la libertad a condición de que se fuera del país, que si no aceptaba, jamás lo excarcelarían, con una clara alusión de que podría morir en prisión de muerte natural. Aceptó y poco después lo trasladaron escoltado hacia el aeropuerto. Al año siguiente sería aquel propio ministro quien moriría en prisión de muerte natural. Y siete años después varios miembros de un centro creado por el propio Partido Comunista, fueron anatematizados por llegar a conclusiones muy similares a las de aquel profesor. Parafraseando a Henry David Thoreau, aquel filósofo norteamericano encarcelado por negarse a pagar impuestos en protesta por la guerra de rapiña contra México, si un solo hombre se opone a la injusticia y está dispuesto a ir a la cárcel por esa idea, ese será el principio del fin de esa injusticia. ¿Opinar o no opinar? Es la cuestión Aquel centro creado por el Partido, analizando, entre otras cosas las causas del derrumbe del campo socialista, llegaban a conclusiones muy similares a la de aquel profesor: La necesidad de “una descentralización con mayor autonomía de las bases que evitara la indefensión de los sectores más expuestos al proceso de cambios (...) la ampliación y fortalecimiento de un espacio social autónomo que represente los intereses populares” , proponía Hugo Azcuy, del Centro de Estudios de América (CEA). El mismo día en que el entonces Primer Vicepresidente del Consejo de Estado Raúl Castro iniciara el proceso condenatorio contra los miembros del CEA con calificaciones de “quinta columnas del imperialismo”, Azcuy moría a consecuencia de un infarto cardiaco. Medidas como ésta, así como la suspensión de la creación de nuevas fundaciones y la ley 80, conocida como “Ley Mordaza”, que muchos interpretaron como un intento de acallar a la llamada disidencia autoproclamada opositora, iban más bien dirigidas a poner cotos a las manifestaciones contestatarias entre sus propias filas. Hoy, al cabo de 20 años, centros académicos, fundaciones y agrupaciones de izquierda, tolerados pero sin espacio en los medios oficiales, sostienen, como solución a la crisis estructural del país, una política económica muy diferente: la entrega de los medios de producción en las manos directas de los trabajadores. Ya esta reforma no parecía tan descabellada como cuando la proponía aquel “trastornado” profesor. A este segmento contestatario de la sociedad que ha cobrado conciencia de los problemas y busca soluciones proyectadas hacia el futuro –no hacia el pasado-, algunos los llaman críticos sistémicos, porque sus críticas no van dirigidas al desmantelamiento de las estructuras del sistema para un retorno del capitalismo y de la democracia representativa sino que, sin pretensiones de asumir actitudes de oposición política, aspiran a una reforma radical del sistema desde sus propias bases para ir más allá, al empoderamiento de los trabajadores y a una democracia directa sin interferencias burocráticas o partidistas. Pero el Partido-Estado no sólo les cierra las puertas de los medios oficiales sino que en múltiples ocasiones ha tratado de silenciarlos, y si no ha podido amordazarlos completamente es “gracias a las fuerzas revolucionarias dentro de las instituciones, en la estructura estatal” según expresara recientemente un crítico sistémico . Cuando el VII Congreso del Partido Comunista celebrado en abril condenó formas discriminatorias como el racismo, el sexismo, orientación sexual o discapacidad, dejó fuera la más practicada en Cuba: la discriminación por opinión o credo, una ausencia obvia, pues condenarla no sólo contradiría al Código Penal, sino incluso a la propia ley constitucional que admite el derecho de expresión siempre y cuando no se atente contra el principio de la “sociedad socialista”, tal y como la entiende, por supuesto, esa dirigencia. El debate sobre el tema se ha puesto en este mismo año en primer plano. Un grupo de periodistas de los medios oficiales de Santa Clara dio a conocer una declaración conjunta en reclamo del derecho a publicar en los blogs particulares, donde denuncian la censura y la persecución política en el gremio. La subdirectora del diario oficial Granma advirtió, en reunión a puerta cerrada de la Unión de Periodistas de Cuba, sobre posibles protestas públicas debido al regreso de los apagones, que se estaba formando una tormenta perfecta. “Señores, este país no aguanta otro 93, otro 94”. Por transcribir estas palabras en su blog, un popular periodista de Holguín fue expulsado de los medios oficiales, tras lo cual, periodistas de varias regiones del país salieron en su defensa. Las medidas represivas no se hicieron esperar y varios periodistas oficiales fueron expulsados de sus empleos. Como puede notarse, los pocos logros alcanzados en este campo no se han debido tanto a concesiones del Estado-Partido como a las conquistas de una sociedad civil emergente mediante la práctica constante de un derecho. Pueden expulsar a diez o veinte periodistas, ¿pero qué harán cuando los discrepantes frontales en el gremio sean cien o doscientos? Conceder libertad para concordar y aplaudir lo que esa dirigencia diga o haga, pero no la de criticarla, es una burla, porque la libertad sólo tiene sentido cuando incluye el derecho a discrepar, un principio, que habiendo sido clave en el pensamiento de José Martí, la divorcia completamente de ese ideario . El culto a la personalidad de Martí mientras se practica lo contrario de lo que él predicara, ha sido un recurso muy socorrido a lo largo de toda la historia republicana. De hecho se le dice hoy al ciudadano: No pienses en los temas de política e ideología. Nosotros lo haremos por ti. Pero toda persona que se sienta digna de ser tratada como miembro de la especie humana y no como una bestia, no debe renunciar a un derecho que por su propia condición, es inalienable. Y cuando un pueblo toma conciencia de sus derechos, no hay nadie, por muy poderoso que sea, que pueda detener el ejercicio pleno de la libertad. ¿Una nueva revolución? A principio de los 80 un académico canadiense, de regreso de un viaje a Cuba, se reunió con varios cubanos exiliados para transmitirles sus experiencias y resumió sus conclusiones con una profecía: “Será inevitable una nueva revolución”. La razón la explicó en pocas palabras: “La elevada instrucción del cubano medio genera expectativas que la dirigencia cubana es incapaz de satisfacer”. Lo que no dijo fue que existía una razón más para no poder satisfacerlas: los intereses de la burocracia y del Partido-Estado. Hablemos claro. La revolución no existe desde fines de los 60. Se sigue hablando de revolución en los medios, en los discursos y en todas las instituciones oficiales cuando en realidad se trata de un cadáver al que no se le ha dado sepultura y del que todavía no se ha redactado un acta de defunción, pero aquella que expropió a capitalistas y terratenientes, convirtió a esas grandes posesiones privadas en estatales y por más que se calificara a ese nuevo Estado de revolucionario con o sin razón, era esencialmente eso: Estado . Los bienes de producción no llegaron nunca al control directo de los trabajadores sino que pasaron de las manos de unos poderosos a las de otros. De este modo, no tiene sentido calificar a alguien de “contrarrevolucionario” en referencia a una revolución inexistente. Y si se empeñaran en usar tal calificativo, habría que adjudicarlo a los verdaderos responsables de que esa revolución no cumpliera la misión por la que nació. Esto se vio muy claro cuando el Congreso ratificó la condición general de igualdad en la miseria que ha predominado en Cuba hasta hoy con la prohibición de “la concentración de la propiedad y la riqueza en personas naturales o jurídicas no estatales”, lo cual significa que se mantiene un límite para las posesiones y la prosperidad. Y como no se sabe exactamente dónde está ese límite, se coarta el incentivo productivo de los trabajadores independientes. Esto limita no sólo a las personas, sino además, a cooperativas y a cualquier otra institución o fundación no estatal por muy legales que sean. Consecuentemente con esta declaración, se han impuesto nuevas limitaciones a la libre iniciativa económica ya sea fijando un límite a las tarifas de los taxistas o prohibiendo a los cuentapropistas comercializar productos no elaborados íntegramente por ellos mismos. La espada de Damocles de las actas de apercibimiento gravita sobre ellos, la amenaza de suspender sus licencias. Por tanto, no es sorprendente que los cubanos de a pie no tengan expectativa alguna y vivan sumidos en la frustración. Sólo las empresas estatales, controladas por la burocracia corrupta, pueden acaparar, y por supuesto, aunque no se mencionan, también los inversionistas extranjeros. Cierto que la población ya nada esperaba de este evento, excepto cierto sector, principal sostén de la dirigencia histórica, esperanzado en que, después de tantos descalabros, sus líderes actuaran esta vez con mayor dosis de realismo, pero las conclusiones fueron un balde de agua fría. Si esa dirigencia actuara realmente como representante de ese pueblo y de esos trabajadores –cuentapropistas, cooperativistas, pequeños agricultores, jornaleros del Estado-, no los trataría como adversarios o competidores, sino que actuaría, si no como representante, al menos como aliada, liberando las fuerzas productivas, permitiendo el cooperativismo independiente, eliminando incomprensibles trabas y altos impuestos, fomentando el autoempleo mediante el acceso a créditos de microempresas y cooperativas independientes, a insumos e instrumentos de trabajo, permitiendo la libre comercialización de los productos y servicios, concedería a los jornaleros estatales, la autogestión de las empresas, así como la participación directa en las utilidades, y, finalmente, suspendería las interferencias de esa dirigencia y en general del Partido-Estado en el proceso de nominación de candidatos en forma de propuestas –lo cual significa, más exactamente, imposición-, de delegados a la Asamblea Nacional. No se trataría ya tanto de hacer que el socialismo formal se convierta en verdadero sino por una cuestión de humanidad, porque medidas como éstas tendrían consecuencias tan trascendentales que el país cambiaría dramáticamente en muy poco tiempo en cuanto a las condiciones de vida de los trabajadores y en general de todo el pueblo, porque se pondría fin al desabastecimiento y crecería el poder adquisitivo de los ciudadanos, incluso los recursos del fisco aumentarían en vez de decrecer porque gran parte de la economía informal se incorporaría a la legalidad, además de una nueva hornada de trabajadores independientes con nuevas iniciativas, con lo cual podrían mejorarse las condiciones del servicio de la salud pública, la educación y el aumento de las jubilaciones de los retirados, y no haría falta poner límites a precios y tarifas porque disminuirían por el propio aumento de la oferta al suprimirse las medidas que desestimulaban las actividades por cuenta propia. Si los resultados de medidas como éstas serían tan positivos, ¿por qué entonces la dirigencia no las implementa? El pretexto más socorrido es que generarían desigualdad y las simientes de un nuevo capitalismo. Nada más absurdo. Por una parte la igualdad que en los hechos se intenta aplicar, no sólo no es real sino que tampoco es posible porque la recompensa debe equipararse al esfuerzo de cada cual. Nadie debe quedar desamparado pero la única igualdad justa y posible es la de oportunidades. Lo demás sería un grosero igualitarismo. No debe haber límite para la prosperidad cuando se tiene mérito para alcanzarla domo resultado del esfuerzo propio. No se trata de cortarle las alas a los que las tienen para levantar el vuelo, sino dárselas a los que no las tienen para que también despeguen. Por otra, es irónico ese temor a que el cubano de a pie genere relaciones capitalistas cuando más las pueden generar los inversionistas extranjeros. Más que poner cotos a las posesiones, acaparamientos e independencia económica de los ciudadanos, se debería estimular el cooperativismo y la autogestión ofreciendo estímulos fiscales a todos aquellos que produzcan riquezas sin necesidad de emplear trabajo asalariado. Si el poder no aplica esta serie de medidas, al menos los llamados reformistas sistémicos de las diferentes fundaciones, blogs y cátedras de pensamiento avanzado deberían concertarse para elaborar, de forma consensuada, un programa semejante, más completo, al cual propondría llamar, como homenaje a quien murió intentando promover cambios semejantes, Proyecto Azcuy. No se trata de decir de dónde debemos salir sino hacia dónde queremos ir. Sería un paso fundamental para comenzar a avanzar por un camino hacia la nueva Cuba que merece nuestro pueblo. Señales sintomáticas de algo que viene Hoy parece ya evidente que los de arriba no están dispuestos a ceder a los de abajo, esa potestad que más que privilegio, es un derecho, por lo que esa frustración continúa manifestándose de forma individual en los intentos de abandonar el país por cualquier vía, mucho más factible que cambiar las cosas adentro. La dirigencia acudía, cada catorce o quince años, al éxodo masivo como válvula de escape de las tensiones y eludía así una protesta masiva. Camarioca, Mariel y Guantánamo, son palabras que nos trasladan a alguno de esos cruciales momentos. Pero del éxodo de Guantánamo hasta el presente han pasado 22 años. ¿Significa que ha desistido de este recurso? Según datos del departamento de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, en los primeros cinco meses del presente año han arribado 27,644 cubanos y se espera que a este ritmo la cifra supere los 66 mil a fin de año, una dosificación del éxodo que evita un conflicto con su vecino del norte. Pero hoy, con ese modelo ya completamente agotado, lo que realmente hace esa dirigencia es aplazar algo que por el proceso natural de las cosas tendrá que producirse. No pasa inadvertido para nadie que los cubanos de estas nuevas oleadas migratorias de los últimos tiempos saliendo para Suramérica y cruzando fronteras hacia los Estados Unidos, cuentan con celulares y hasta se comunican por internet con sus familiares en Miami. Esa dirigencia ha intentado frenar o al menos retardar la generalización entre la población, de la nueva tecnología de las telecomunicaciones porque todo se vuelve transparente y nadie puede ya monopolizar la información que fluye velozmente por todas partes, ni el contacto entre los ciudadanos estén donde estén. Por otra parte, cualquiera con una simple computadora es capaz de montar su propia microempresa, una tecnología en franca contradicción con las estructuras piramidales centralizadas. Nunca como ahora se cumple tan claro aquello de que el desarrollo de las fuerzas productivas entra en contradicción con las relaciones de producción -en este caso la propiedad estatal-, lo cual, según el propio Marx, generaba un clima revolucionario. Los blogs personales para difundir todo tipo de opiniones, se han ido multiplicando por todo el país. El propio Presidente Raúl Castro había advertido en vísperas del Congreso: “No podemos quedarnos con los brazos cruzados ante la irritación de la población”. Pero los acuerdos tomados respondieron a un intento de su máxima dirigencia de apaciguar a su segmento más intransigente, alarmado ante el entusiasmo de la población cubana por las palabras del Presidente Obama transmitidas a todo el país, lo cual refleja gran temor e inseguridad. Y concluyó sin dar soluciones a las más acuciantes necesidades. Si no se toman las medidas indispensables, protestas y disturbios con lamentables consecuencias podrían hacer que el sector que hasta ahora ha sostenido a esa dirigencia sea más receptivo a las propuestas de los críticos sistémicos de un replanteamiento de los postulados de la Revolución y entregar los medios de producción en manos de los trabajadores. Yo lo diría de una forma menos edulcorada: si la primera revolución intervino las grandes propiedades de capitalistas y terratenientes, la segunda deberá intervenir al único gran propietario que aún queda, el Estado. La tarea más importante de los críticos sistémicos no es alentar el fuego, ni apagarlo, todo lo cual estaría más allá de sus posibilidades una vez que se ha prendido, sino ayudar a evitarlo mediante la elaboración y divulgación de ese proyecto consensuado de reformas radicales que, de ser implementado, no sólo rescatarían al país de la crisis estructural permanente que ha sumido a la inmensa mayoría del pueblo viviendo en precariedades durante más de medio siglo, sino que además evitaría una explosión social de resultados impredecibles. Su misión será como la de los antiguos profetas, advirtiendo de las posibles calamidades de persistirse en el error. A aquellos de la dirigencia que escuchen y valientemente, saltando las barreras de los intereses de clase de la gerentocracia, pongan en marcha este proyecto, les aseguro que el pueblo cerrará filas en su apoyo de forma unánime. Pero si en lo alto nadie da el paso necesario y abajo la impaciencia empuja a los más indignados a las calles, entonces como nadie gobierna sin el consentimiento de los gobernados y éstos habrían dejado de ser representados por los que hasta entonces los gobernaban, y como por tanto quien realmente gobernaría sería la ingobernabilidad, habrá llegado la hora de convocar a toda la sociedad civil, para levantar, todos juntos, aunque sea sobre los escombros, y sin más violencia que las caricias de la brisa en las palmeras, la patria tantas veces soñada y tantas veces postergada. concordiaencuba@outlook.com

Wednesday, August 7, 2013

Llamado por la Paz y el Amor

La única revolución que necesitan los pueblos de esta humanidad convulsionada es la del espíritu, la revolución en el corazón humano. Tras recoger opiniones, esta exhortación podría ser obra de numerosos cubanos de buena voluntad, así como de muchos más que podrían hacerla suya para dejar atrás para siempre la discordia, la separación familiar, toda posible agresión, física o verbal hacia quienes piensen diferente, ya se realice en Cuba o la Diáspora, todo acto de repudio o movilizaciones vandálicas contra cubanos, ya sean progubernamentales o antigubernamentales, y la discriminación de unos por otros, ya sea por ideas religiosas, políticas o ideológicas, diferencias sociales, raciales, económicas, lugar de origen o residencia, género y orientación sexual. El amor debe triunfar sobre el odio, la paz sobre la agresión, y la transparencia sobre intrigas y subterfugios. Violencia sólo engendra violencia, ya sea contra la flora y la fauna, entre naciones o bandos de un mismo pueblo, incluso la que indirectamente se promueve en parlamentos extranjeros con desconocimiento de la soberanía de nuestro pueblo para fomentar una olla de presión generadora de inestabilidad y explosiones sociales. De la violencia y el odio no saldrá nunca la paz y el amor. Un águila no empolla jamás huevos de paloma. Más de cien años de historia patria han demostrado que la violencia conduce siempre al punto de partida como serpiente mordiéndose la cola en una espiral de odios y venganzas. Ninguna sociedad realmente libre se edifica sobre los puntales de los patíbulos. La muerte no puede generar vida. Matar a alguien porque mató, no corrige la primera muerte sino que añade una más y entonces serán dos las víctimas y dos los asesinos. Aplicando consecuentemente la regla de ojo por ojo, al final, como expresara Ghandi, quedamos todos ciegos. Condenar los errores no implica repudiar a los errados. Busquemos sus motivaciones y tengamos siempre abierta la puerta a la rectificación, la reivindicación y al perdón. Respondamos con buenos actos a quienes nos hacen mal–una rosa blanca “para aquel que me arranca el corazón con que vivo”- y revirtamos el odio hacia la gratitud y la reconciliación, que lleva, si no a la confraternización, al respeto mutuo de los adversarios. Sumar siempre y no restar es la clave de la victoria. Pronunciémonos por la fraternidad, que obliga a defender los derechos de todos ante toda injusticia, pues el silencio ante ella no es buen cimiento para una sociedad armoniosa y cordial. Sólo transparencia y respeto a las libertades y derechos pueden sustentar una comunidad solidaria y democrática. Un pueblo con elevada conciencia cívica no permitiría mordazas, ni decisiones tomadas en su nombre a sus espaldas. El diálogo, vía por excelencia para solucionar conflictos, no se funda en la aquiescencia sumisa ni en el ataque intransigente -monólogos encubiertos-, ni siquiera en la simple razón que suele tropezar con los muros de la sin razón, sino en el amor, que tiende alas sobre murallas y abismos. No habrá paz duradera sin justicia social. Ninguna reforma será realmente fecunda sin reconocimiento de los derechos ciudadanos, entre ellos las actividades económicas independientes, como el derecho de los trabajadores al control directo de bienes de producción y de sus frutos en aras de subsistir y prosperar sin necesidad de someterse, ni a burocracias estatales, ni a grandes corporaciones privadas. Así como la conciencia ciudadana es sustento de libertad, la independencia económica es garantía material de libertad política. La verdadera democracia exige respeto al derecho de las minorías y al de todos a nominar y elegir representantes en todas las instancias. Ningún partido tiene la prerrogativa de controlar los mecanismos mediante los cuales la ciudadanía selecciona a sus representantes, ni a favor de una élite en la cúpula del Estado, ni de sectores poderosos que sobornan previamente a los candidatos mediante contribuciones de campaña. Respetar las diferencias implica el derecho de cada uno a asociarse según sus afinidades, pero por sobre toda diversidad, abogamos por la unidad de todo el pueblo en el destino común para la convivencia pacífica, la concordia, la libertad y la prosperidad. En nombre de ese destino, y recordando la enseñanza del Maestro de que “una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados”, llamamos a todos los cubanos para unirnos en el reclamo por la realización de este hermoso sueño: el de un pueblo que podrá, en sus magnas realizaciones, ser vanguardia de una Era civilizatoria por la paz y el amor. Ariel Hidalgo

Friday, June 14, 2013

Consideraciones sobre la Cuba presente y futura


Ariel Hidalgo













Estas consideraciones no son conclusiones definitivas, sino que constituyen más bien una invitación a una reflexión entre todos los cubanos de buena voluntad, porque nos urge, en estos tiempos cruciales, una reflexión sobre la Cuba presente y futura:


- Las medidas de cambios realizadas hasta ahora en los últimos cinco años por la actual administración, timoratas, insuficientes y tardías, no parecen tener el propósito de abrir caminos hacia las soluciones definitivas de los problemas vitales, sino válvulas de escape al descontento gene
ral, pues apuntan a perpetuar el modelo hartamente demostrado como ineficiente de monopolio estatal sobre la mayoría de las empresas, las finanzas, el comercio exterior, los principales medios de difusión, control de precios, de mercados y de las fuerzas productivas.


- De una burocracia acusada por los propios dirigentes históricos como principal responsable de la corrupción y la crisis económica, renuente a todo cambio que pueda afectar sus intereses de clase, en especial aquellos que tiendan a una verdadera socialización –tampoco una privatización que no se genere naturalmente de un proceso de descentralización y autonomía empresarial bajo su control-, ningún cambio edificante puede esperarse para el porvenir de la patria. La burocracia aguarda pacientemente heredar las posiciones que inevitablemente, por razones biológicas, quedarán vacantes cuando la dirigencia histórica desaparezca, lo cual significaría la entronización de una mafia empresarial que no vacilará en pactar con los carteles de la droga, ansiosos por hallar una nueva ruta hacia el mercado norteamericano.


- El descontento popular persiste, aun cuando temporalmente se apacigüe con las dádivas de algunas libertades económicas individuales y aperturas para el flujo migratorio, y las explosiones sociales continúan siendo un peligro potencialmente presente para la estabilidad social.


- Las manifestaciones populares del pasado y del futuro inmediato, pudieron y podrán ser acalladas y disueltas por los mecanismos represivos, el control de los medios masivos de difusión, y la limitación o ausencia entre la población, de los modernos medios tecnológicos de comunicación, pero el gobierno sabe que es imposible detener a menor o largo plazo el acceso de la población a esos medios, por lo que procura que ese proceso se produzca gradualmente y bajo su control.


- Los disidentes han permanecido en una franja marginal de la sociedad sin apoyo del resto de la población y sin unidad estratégica, no sólo por el control gubernamental sobre los medios de difusión sino, principalmente, porque gran parte de ellos, al buscar el apoyo de grupos políticos de la Diáspora, adaptan su discurso a una retórica divorciada de la realidad interna del país y se distancian de los intereses del pueblo, lo cual no significa que no existan, tanto en la Diáspora como en la disidencia interna, factores orientados estratégica y programáticamente hacia los verdaderos intereses de la ciudadanía. No obstante, esa disidencia ha sabido ganar el respaldo de la opinión pública internacional, por lo que nos encontramos en un punto muerto en que ni la disidencia puede derrotar a ese gobierno, ni el gobierno, exterminar a esa disidencia.


- La importancia de la llamada Nueva Izquierda Cubana, que califica al régimen de Cuba como capitalismo monopolista de Estado y le exige la socialización de los medios de producción actualmente en manos del Estado, ya sea a través del cooperativismo o de asociaciones mutuales, es el haber nacido en el seno del sector que tradicionalmente ha sido el sostén principal de la dirigencia histórica y por tanto ejercer influencia sobre dicho sector, por lo que lejos de ser reprimida abiertamente, es tolerada, aunque sí censurada y en general excluida de los medios oficiales.



- Muchos artistas e intelectuales, como escritores y cineastas pertenecientes a instituciones y asociaciones culturales oficiales u oficialistas, han ido adoptando posiciones cada vez más críticas e independientes del sistema, aunque manteniéndose oficialmente dentro de éste, con la ilusoria esperanza de que la dirigencia histórica a la que se mantienen leales, corrija los supuestos errores. En la medida en que esa dirigencia no satisfaga sus expectativas o comience a ceder poder a la burocracia, podrían radicalizarse y adoptar posiciones más contestatarias.



- Las manifestaciones multitudinarias de la población tienen un doble filo, pues si bien sus protestas van dirigidas contra la dirigencia histórica y su sistema totalitario, son, por naturaleza, incontrolables y pueden generar el caos y una violencia destructiva sin que germinen simientes de una sociedad más justa. El Gobierno acosa y hostiga permanentemente a la disidencia mediante actos de repudio y constantes detenciones temporales, no porque tema a esa disidencia por sí misma, sino porque en tiempos de profunda crisis económica y social, teme que sus manifestaciones públicas puedan prender la chispa de posibles protestas multitudinarias –la más famosa fue el llamado “Maleconazo” de 1994-, las cuales han permanecido hasta ahora como protestas de barrio sin que trasciendan como metástasis, a otras barriadas o municipios por la ausencia de medios modernos de comunicación…



¿Qué conclusiones pueden sacarse de estas consideraciones? A mi modo de ver, las siguientes:

1- Que la sociedad cubana avanza lenta y aparentemente de forma irreversible hacia un capitalismo salvaje de mafias empresariales y un narco-estado eminentemente represivo, con una explotación brutal de los trabajadores en condiciones de esclavos asalariados en medio de la miseria generalizada más espantosa de toda la historia.

2- Que ninguno de los factores de cambio en pro de una sociedad libre y próspera –ni la disidencia, ni la nueva izquierda, ni los intelectuales-, tiene la capacidad, por sí solo, para cambiar el rumbo de esa gradual marcha de la sociedad cubana hacia el abismo.

La pregunta lógica que se deriva de estas conclusiones es si este nefasto destino es inexorable, si no hay escapatoria, y en caso de que la hubiera, qué podría hacerse para salvaguardar al pueblo cubano de todos estos peligros. La verdadera irreversibilidad llegaría cuando los actuales burócratas, habiendo alcanzado de facto todo el poder, legitimaran su definitiva victoria mediante unas elecciones “libres” con el respaldo masivo de un pueblo incauto que, embriagado por la euforia del supuesto triunfo de la libertad, marcharía alegremente como carneros hacia el matadero.

En mi opinión muy personal, y ya aquí entramos en el campo de lo especulativo, donde deseo y realidad podrían confundirse, lo ideal -y yo diría que el único camino alternativo para el cual no nos queda mucho margen de tiempo-, es el siguiente:

- La constitución de una plataforma cívica monolítica de todos los factores del cambio democrático con la suficiente influencia y poder de convocatoria para evitar los efectos nefastos de toda posible explosión social y movilizar a toda la sociedad civil hacia un proceso constructivo y armónico de transformaciones sociales donde sean consagrados todos los derechos de los ciudadanos e instaure un modelo que garantice la justicia social y la prosperidad de toda la población.

- Que esa convergencia debe realizarse sobre la base de principios aceptables por la inmensa mayoría de la población, como el rechazo a la violencia, el reconocimiento y respeto de los derechos humanos, la soberanía nacional, una economía realmente participativa, y la unidad, en toda su diversidad, de la gran familia cubana.

- Que ni Carlos Marx, ni Bakunin, ni Milton Friedman, puede ser un referente para la unidad de todos los cubanos de buena voluntad en el empeño de abrir a la patria el camino hacia un luminoso porvenir, sino José Martí, como defensor de las libertades y derechos fundamentales de los seres humanos, como clarificador para la realización en el plano social de lo que él llamaba “excelsa justicia”, y como guía para la unidad de todos los factores del escenario cubano en una sola fuerza –como lo fue el Partido Revolucionario Cubano que llegara a agrupar a liberales, socialistas y anarquistas-, que rompa el anquilosamiento en que se encuentra un pueblo disperso y separado por barreras geográficas, políticas e ideológicas.



Sólo la voz unida de todos los hermanos de buena voluntad podrá garantizar el éxito de los diversos proyectos de la sociedad civil y detener el avance de todas aquellas fuerzas nefandas dispuestas a tronchar, en nombre de sus espurios intereses, los ideales y aspiraciones del pueblo cubano.

Infoburo@aol.com



Thursday, June 13, 2013

Disidencia y Concertación


Juan Antonio Blanco


12 de junio de 2013


Si el régimen divide, las fuerzas del cambio deben
aprender a concertar. Lo que está en juego es la creación de una sociedad abierta, insertada en la civilización del conocimiento.

Concertar supone en política la posibilidad de armonizar y conjugar la acción de actores diferentes, autónomos, a menudo portadores de diferencias sustantivas de opinión.
Para la elite de poder cubana la clave está en hacer exactamente lo opuesto: sembrar la división, exacerbar rencores, envidias y conflictos viejos o nuevos entre los opositores y también entre sectores de población. Propagar miedo al cambio y resquemores entre sus protagonistas es la única herramienta que le queda para fomentar la pasividad ciudadana.

Los que todavía monopolizan el poder ya no pretenden pasar por heraldos de un porvenir de prosperidad. De las consignas que llamaban a construir un futuro feliz han transitado a los llamados a “resistir” para defender “el socialismo”. ¿Resistirse a qué? ¿Cuál socialismo llaman a defender? La ciudadanía desea saber a donde la llevan, pero nadie sabe –o quiere- decirle nada en concreto.

Esta no es una batalla entre consignas ideológicas del siglo XIX y XX. Lo que ahora está en juego no es un conflicto entre construir el “capitalismo” o el “socialismo”. Esos fueron los dos sistemas de administración de la civilización industrial. El proceso actual podría definirse como la opción entre iniciar una transición hacia una civilización tecnológicamente avanzada y una sociedad abierta -que faciliten el bienestar y la libertad del ciudadano- o quedar arrinconados en la periferia de la economía mundial como una nación atrasada, autoritaria y miserable. ¿Es el “destino” de Cuba ser el Haití del siglo XXI? No. Pero ese futuro es, lamentablemente, también posible.

Después de medio siglo de creciente depauperación y ausencia de libertades existe hoy un anhelo de prosperidad que permea capas muy amplias y diversas de la población e incluso alcanza a no pocos funcionarios. Ahí hay un amplio campo para la concertación ciudadana. No es asunto de dividirse en torno a etiquetas ideológicas propias de la civilización industrial, sino de saber identificar el mejor camino de incorporar la nación, de forma competitiva y socialmente inclusiva, a la nueva civilización del conocimiento.

Para concertar las vías que materialicen esa aspiración se hace necesario entrenar a los activistas del cambio en la construcción de consensos y el desarrollo de estrategias de concertación. Organizar la enseñanza de esas habilidades resulta una contribución urgente e imprescindible en la fase que ahora vive el país.

La disidencia –entendida como sustantiva inconformidad con el actual status quo- es hoy un fenómeno de masas. La elite de poder lo sabe perfectamente. Por eso intenta confundirlas sembrando rumores para asesinar la reputación de los opositores e incluso de los nuevos emprendedores del sector privado. Ellos siembran el miedo al futuro. Los activistas del cambio deben resaltar su fe en el porvenir. Ellos dividen. Las fuerzas del cambio deben aprender a concertar.

Thursday, November 22, 2012

En Demanda de la Libertad de Antonio Rodiles




A los organismos internacionales de derechos humanos

A la Opinión Pública Internacional

Los que suscribimos esta petición, residentes en diferentes países del mundo, hacemos un llamado urgente a favor del comunicador y activista pacífico Antonio Rodiles, ciudadano cubano y creador del Proyecto audiovisual Estado de Sats, dedicado a promover el libre flujo de las ideas mediante entrevistas y debates que circulaban a través del espacio cibernético, quien fuera golpeado y encarcelado el pasado 7 de noviembre por las autoridades cubanas y sometido a un proceso preparatorio de encausamiento para ser condenado.

Las últimas actividades de Rodiles, por las cuales pudieran pretender su procesamiento fueron haber promovido el documento Demanda Ciudadana por otra Cuba el pasado 11 de junio y subscrito por más de mil doscientos cubanos residentes dentro y fuera de Cuba donde se reclamaba al Gobierno Cubano la ratificación de los pactos internacionales de derechos humanos firmados por representantes del Gobierno Cubano en Nueva York el 28 de febrero del 2008, escribir un artículo el pasado primero de agosto publicado en Diario de Cuba en que condenaba las arbitrariedades de ese gobierno “por descalificar y silenciar las voces independientes que brotan de la sociedad cubana” y por reclamar la libertad de la abogada independiente Yaremis Flores el pasado 7 de noviembre..

Estamos absolutamente en desacuerdo con la represión contra personas y organizaciones, no importa sus credos ideológicos o políticos, que tratan de presentar sus puntos de vista sobre el presente y el futuro de una patria que nos pertenece a todos los ciudadanos y ciudadanas. Y en consecuencia condenamos acciones represivas como las ejercidas contra Rodiles.

Exhortamos a todas las personas partidarias de la defensa de la libertad de expresión, que se unan a esta demanda por la libertad de Antonio Rodiles.

Dado a los 23 días del mes de noviembre de 2012.

Manuel Carlos Acosta Acosta, empresario, profesor universitario e investigador, México.
Pedro Albizu-Campos Espineira, arquitecto, Florida, Estados Unidos.
Irma Alfonso Rubio, arquitecta, España.
Osvaldo Alfonso Valdés, director de revista Misceláneas de Cuba, Suecia.
Dora Amador, periodista, Florida, Estados Unidos.
Wilfredo Armesto Coll, médico, Colombia.
Marlene Azor Hernández, socióloga, Cuba-México.
Alfredo A. Ballester, escritor, Florida, Estados Unidos.
Roland J. Behar, agente hipotecario, Florida, Estados Unidos.
María Elena Blanco, escritora, Austria/Chile.
Juan Antonio Blanco, historiador, Canadá.
Néstor F. Campos, empresario, República Dominiacana.
Luis Casacó, profesor y empresario, Uruguay
Rolando H. Castañeda, economista, Washington D.C. Estados Unidos.
Siro del Castillo, artista plástico, Florida, Estados Unidos.
Manuel Castro Rodríguez, profesor universitario, Panamá.
Raúl E. Colón Rodríguez, traductólogo, Canadá.
Lázaro Cuesta Collazo, mecánico, Florida, Estados Unidos.
Armando Chaguaceda, politólogo, Cuba-México.
Carmen Díaz, psicóloga, Florida, Estados Unidos.
Ramón Díaz, economista, Florida, Estados Unidos.
Manuel Díaz Martínez, escritor, Gran Canaria, España.
Haroldo Dilla Alfonso, sociólogo, República Dominicana.
Carlos M. Estefanía, periodista y pedagogo. Suecia.
Ignacio Estrada Cepero, periodista independiente y Director Liga Cubana Contra el SIDA.
René Luis Falcón Santana .ingeniero aeronáutico, España.
Claudio Fernández, periodista independiente, México.
Javier Figueroa, historiador, Puerto Rico.
Mickey Garrote, bibliotecario, Florida, Estados Unidos.
Reinaldo Gómez Ballina, editor, Ginebra, Suiza.
Reinol González, editor, Miami, Florida.
Boris González Arena, historiador y cineasta, La Habana, Cuba
Tania González Domínguez, activista de derechos humanos, Cuba.
Arturo González Dorado, escritor, Reino Unido.
Ileana de la Guardia, neuropsicóloga, Francia.
Vicente R. Gutiérrez , CPA-Economista, y ex-Profesor, España.
René Hernández Bequet, sindicalista, Florida, Estados Unidos.
Ariel Hidalgo, maestro, Florida, Estados Unidos.
Faisel Iglesias, jurista y escritor, Puerto Rico.
Leannes Imbert Acosta, Activista LGBT, Cuba.
Wendy Iriepa Diaz, Blogger, Defensora de derechos comunidad Transexual, Cuba
Ivanova Irizarry, traductora independiente, Virginia, Estados Unidos.
Alexis Jardines, filósofo, Puerto Rico.
Eduardo Lamora, cineasta, Francia.
Felipe Lázaro, poeta y editor cubano.
Heriberto Leyva, filósofo y educador, New Jersey, Estados Unidos.
Mónica López, traductora, New York, Estados Unidos.
Alina López Marín, investigadora retirada, California, Estados Unidos.
Pedro Ramón López, empresario, República Dominicana.
Sergio López Miró, empresario y publicista, Florida, Estados Unidos.
Rafael López-Ramos, artista visual, Florida, Estados Unidos.
Antonio Llaca Busto, cirujano, Venezuela.
Jorge Martínez Jorge, empresario y escritor, Uruguay.
Jorge Masetti, periodista, Francia.
Alejandro Medina Bermúdez, profesor universitario, España.
Dora L. Mesa Crespo, activista de la sociedad civil, Cuba.
Arnoldo Muller, activista político, Florida, Estados Unidos.
Rinaldo Miguel Nodarse Hernández, Médico Psiquiatra, Madrid, España
Luis Mario Ochoa, músico, Toronto, Canada.
Jorge Olivera Castillo, escritor, periodista y presidente del Club de Escritores, Cuba.
Enrique Patterson, ensayista, Florida, Estados Unidos.
Oscar Peña, activista de derechos humanos, Florida, Estados Unidos.
Pedro Pérez Castro, sindicalista, Venezuela.
Roberto Poveda, músico, Nueva York, Estados Unidos.
José Prats Sariol, profesor universitario, Arizona, Estados Unidos.
Ricardo Puerta, sociólogo, Honduras.
Armando Rodríguez, físico, Florida, Estados Unidos.
Jorge Rodríguez Beruff, profesor universitario, Puerto Rico.
Pablo Rodríguez Carvajal, comunicador, Florida, Estados Unidos.
Rodolfo Rojas Companioni, ingeniero, New Jersey.
Danny Roque Gavilla, Sociólogo, Sacerdote Jesuita, La Habana, Cuba
Carlos Saladrigas, empresario, Florida, Estados Unidos.
Yoani Sánchez, filóloga y bloguer, Habana, Cuba.
Ana María Socarrás Piñón, historiadora, España.
Arnoldo Tauler, escritor Florida, Estados Unidos.
Alfredo David Zayas Cañedo, físico médico, México DF.
Alfredo Zayas Jr., programador, Florida, Estados Unidos

Grupo Concordia

Para añadir su firma, enviar nombre, profesión y país o Estado de residencia a Ariel Hidalgo

Infoburo@aol.com

Saturday, September 15, 2012

Una Acción Afirmativa por la Democratización

Concordia se hace eco de la propuesta que desde Cuba nos llega de un grupo de partidarios del Socialismo Participativo y Democrático (SPD), Pedro Campos, Miguel Arencibia, Hibert García, Ramón García, Félix Guerra, Orlando Ocaña y otros: Una acción afirmativa por la democratización


Próximamente se celebrarán en Cuba elecciones para delegados municipales del Poder Popular y posteriormente para delegados provinciales y diputados nacionales. Déficits democráticos lastran la ley electoral 72/1992 y todo el sistema político actual. Crece un consenso: debe ser democratizado. El Presidente Raúl Castro dijo que es necesaria “una mayor democracia para el partido y la sociedad”. Palabras a honrar. No esperemos de otros, lo que debemos hacer nosotros. Hagamos algo concreto. Analicemos.

Para democratizar el sistema, son claves tres demandas básicas compartidas por muchos demócratas, pacifistas, socialistas, patriotas, cubanos todos: 1-Elección del Presidente y el Vicepresidente de la República por el voto directo y secreto de todos los ciudadanos. 2-Ratificación por el gobierno de los Pactos de derechos humanos firmados, readecuación de la legislación a ellos y respeto a los derechos y libertades civiles y políticos y los económicos, sociales y culturales de todos los cubanos, en especial las libertades de expresión, circulación-debate de ideas y asociación. 3-Someter a referendo popular las leyes que afecten a todos los ciudadanos.

Cómo impulsarlas: La ley electoral contiene elementos válidos para su democratización: 1-el voto es secreto, 2-nada impide votar en una columna en blanco y 3- los electores pueden participar del conteo de votos en los colegios electorales (apartado d, Artículo 4, Ley 72)
Hasta ahora, los indispuestos con el sistema político-electoral han optado por no ir a las urnas, echar la boleta en blanco o anularla. La suma de estas tres modalidades, según cálculos basados en datos oficiales, fue de 508 553 electores en las elecciones del 2003 y de 735 581 en las del 2008. El voto no-unido, desobediente, fue de 660 990 (2003), y de 705 440 (2008). Sumadas ambas cifras, llegan a 1 169 543 y 1 441 021, respectivamente.
Si estas consideraciones llegaran a un consenso y a todos, esos votos lograran unificarse e identificarse con esas tres demandas simbolizadas en una D, escrita en la boleta y luego contabilizarse en forma independiente, se podría saber el voto a favor de la democratización.

De los cubanos de fuera, excluidos del sistema, probablemente la mayoría votaría por esas tres demandas democratizadoras. Si sumáramos el voto interno por la democratización, con el de afuera, igualmente identificado y contado, un % considerable de cubanos estaría manifestando su acuerdo con democratizar el sistema político-electoral actual. Y nadie podría desconocerlo.

Para unos, elecciones y voto se prestan a manipulación oficial; pero lo que realmente la posibilitaría es la no asistencia a las urnas, la boleta en blanco o anularla y sobre todo, no participar en el conteo de votos, lo cual es legal. Para otros, participar en las elecciones legitima el proceso electoral. Pero legitimado está por la alta concurrencia a las urnas, no importan razones.

Hay quiénes votan para no ser “marcados” y evitar “represalias”. Pero nadie quedará “marcado” ni puede ser represaliado por ir a votar. El voto es secreto. Votar D, en columna en blanco, permitiría saber cuántos están por la democratización, no importa si la comisión electoral anula ese voto.

Desde este análisis, algunos partidarios del SPD, convencidos de que no hay socialismo sin democracia, iremos a las elecciones; pero para votar D, que simboliza esas tres demandas democratizadoras del sistema político-electoral y participar en el conteo de votos en las urnas. Los defensores de la democracia y los derechos humanos tienen la oportunidad concreta de hacerlo.

Votar D no es una campaña. No está dirigido contra nadie. No es ilegal. No es boicotear. No es desobediencia civil. No hay violencia. Es una acción afirmativa por la democratización.



La Habana, 10 de septiembre de 2012.